Regresa su frío aliento a mis días, ni siquiera se ha atrevido a presentarse, se olvidó de que tras este tiempo he olvidado su nombre.
Mientras tanto, sigo aquí, sentada. Quizá me encuentre a la espera de otro nuevo milagro que se encargue de resucitar mi vida o, tal vez, esté esperando a que comience el desastre, la tragedia.
Cuando las sonrisas se apagan y las lágrimas te obligan a palidecer, sólo puedes recluirte en tu mundo inventado, ese que en realidad ha dejado de tener sentido a partir de un momento, de una palabra o de un hecho.
No queda nada, pero tampoco hace falta.
Condenada a vivir así, me rindo y me arrodillo ante la crueldad del Mundo. No sé para qué te escribo.
He aquí mi cadáver, entregado y agotado, por y para causas perdidas.
Me reinvento pero, ¿quién ser ahora?
lunes, 21 de mayo de 2012
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