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miércoles, 24 de abril de 2013

2013

Si tuviera tres años,
me sentaría en las aceras.
Si tuviera tres años,
no necesitaría escribir.
Si tuviera tres años,
no guardaría las facturas.
Si tuviera tres años,
jugaría en cualquier parte.
Si tuviera tres años,
seguirían sin comprenderme.
Si tuviera tres años,
no necesitaría fingir.

Da igual como lo mires, he crecido demasiado rápido y la distancia respecto a mi imagen y la que los demás ven se encuentra a una distancia abismal.

viernes, 30 de noviembre de 2012

Retorno volátil

Una vez más, las lágrimas corroboran la existencia de dolor, quizá de soledad. Recuerdo que siempre ha sido así, de la única manera que se repite incesantemente.
Sufro agotamiento y no sé cómo escapar de ésto. No quiero pensar en que de verdad he estado y sigo enferma, no quiero pensar.

Hay momentos en los que aún siento como antes. No me apetece emplear metáforas estúpidas para expresarme. A nadie le interesa lo que los demás quieren o no decir.

Y si es tan duro, tan hiriente, regresa el miedo. Que se va y que vuelve, que respira y duerme, que trasnocha y reacciona ante el consuelo inerte de mi mirada.

Las palabras, ese mecanismo de comunicación irremediable, esas flechas prendidas y enviadas contra el enemigo o, quizá, contra el más querido, equilibran la mente en momentos de incomprensión.

viernes, 27 de julio de 2012

27.07.2012

No saber ni querer conocer la fecha de hoy. Mirar la hora y comprender que cada instante se torna gris bajo esta mirada. Ni siquiera pude ser yo misma, ni siquiera puedo. No. El final no es nada más que el principio con dolor acumulado y lágrimas.

Hace un año mi destino era diferente, hace un año resucité tras estar al borde y ya no recordaba lo difícil que es estar muriendo en vida: sentirse inerte, pensar que un nuevo día es una rutina que cumplir para no pensar y sobrevivir, porque no hay nada más que hacer, porque ya no puedo ser más cobarde. Silencio. Tomo la decisión de callar mientras me quemo en este infierno de cristal y surgen las dudas sobre el hoy y el ayer, sin pensar más en un mañana que no suspira sino mata lentamente cada una de las palabras que intento pronunciar y no salen por mi garganta.

Pienso en la noche y los sueños se evaporan y tan sólo queda saborear el dulce y a la vez amargo café que ayuda a convertirse en autómata ser que avanza y nunca se para por miedo a comprender la realidad.

¿Aceptaré la enfermedad? Creí haberme curado, pero ni siquiera recuerdo en qué página escribí ayer,

Cuando sea mayor...

- ¿Qué quieres ser de mayor? - preguntaron.
- Quiero ser feliz - respondí sin dudarlo mientras inventaba un mundo menos gris.

Quiero cumplir tantos años desde la experiencia como el mundo me permita y, un día, levantarme de la cama siendo una anciana. Cruzaré el pasillo, llegaré al baño y teñiré mis labios con carmín, el más rojo, el color más puro. Después, tomaré un conjunto del armario y lo acompañaré con altos tacones y saldré a la calle. Entonces, todos mirarán mi sonrisa y podré decir: he sido y soy feliz, he alcanzado mis sueños, mis metas y, en ese instante, todo lo pasado carecerá de sentido.

Autodefensa

Aceptar la realidad. Etapas que suceden a otras etapas, objetivos que cambian y finalidades que se mantienen en el tiempo indefinible del día a día, del ayer y del mañana. Hoy. Quitándose pesos que marcan la voluntad inquebrantable de la soledad y tachando miradas que nunca debieron pasar. Cientos de pensamientos oxidados y miles renovados como concepto de intranquilidad. Incoherencia por bandera, cambio por ilusión.

No importó traicionarse a uno mismo, pero si pudiera tomaría la dirección contraria y esquivaría ese instante.

Sin saber a qué se debe, convertiría el pasado en olvido y continuaría el presente como si lo vivido fuera siempre un lujo sin ningún tipo de infortunio, sin odiar la realidad.

Fue sentir en la piel el engaño, esa sensación tan cruel de querer atrapar la verdad sin tener en cuenta quién la cuenta o sin acertar en el casting de los sueños hechos persona. Indiferencia: mecanismo de autodefensa.

11.07.2012

Recordar las diversas etapas de lo que en realidad fue soledad terminó siendo el destino de mi mente, que consiguió ser ausente durante instantes oportunos que en el olvido permanecen.

Quisiera que fuera más fácil mantenerte lejos, lejos de mí y de mis sentimientos. Olvidaría tu nombre si el dolor no fuera tan traicionero. Mirar hacia atrás y salir corriendo se convirtió en rutina y ahora la evasión no es opción, es obligación.

Reclamé por haber pagado con amor las mentiras, pero tu ticket ni siquiera tenía y yo ya había caducado. Observar tu mirada, llegó a su fin y fui feliz encerrándome en mi suicidio sentimental, aunque sé que si te veo lloraré y tomaré el camino más fácil y, a su vez, cobarde: huir a casa. Puede que prefiera beber y terminar del todo con mis principios, pero es algo que prefiero no contemplar ahora.

Los objetivos eran demasiado claros:

1. No ser yo.
2. No hablar de mí.
3. No pensar en amor.

Huir de ti

Puede que el paso del tiempo cambie o quizá redirija los caminos esenciales para hallar el destino incomprensible de la realidad. Puede que la realidad sea un hecho sin importancia y que estemos condenados a un futuro intermitente que llega, se esfuma y se evapora sin dejar señales que nos aporten lo esencial para sobrevivir. Quizá los sueños existan únicamente para ser pensados y el pasado para lamentarnos de lo que fuimos y nunca será.

Cuando la luz entra por la ventana y llega el nuevo día, recordamos la noche anterior como si hubiéramos desaprovechado las horas de sueño y nos esperara el encuentro con un gran obstáculo insuperable.

Ser negativo te convierte en un ser erróneo, rodeado de misterio, pero ésto no te entrega a la felicidad y, sin embargo, el positivismo te lleva al encuentro con las sonrisas que nunca pensaste esbozar. ¿Y el punto medio? ¿Existe el equilibrio? Sí, se le llama indiferencia. Sensación que carece de sentido y que aporta amargura y estabilidad a su vez, sensación que provoca el desengaño y que convierte tu mundo en lo oscuro y tenue que temías localizar si la luz dejaba de cruzar el umbral de tu mirada. Sin embargo, el aprendizaje es superior al dolor y si tropiezas de nuevo, será con cautela y se podrá salir corriendo de nuevo. 


Huir de ti.