Una vez más, las lágrimas corroboran la existencia de dolor, quizá de soledad. Recuerdo que siempre ha sido así, de la única manera que se repite incesantemente.
Sufro agotamiento y no sé cómo escapar de ésto. No quiero pensar en que de verdad he estado y sigo enferma, no quiero pensar.
Hay momentos en los que aún siento como antes. No me apetece emplear metáforas estúpidas para expresarme. A nadie le interesa lo que los demás quieren o no decir.
Y si es tan duro, tan hiriente, regresa el miedo. Que se va y que vuelve, que respira y duerme, que trasnocha y reacciona ante el consuelo inerte de mi mirada.
Las palabras, ese mecanismo de comunicación irremediable, esas flechas prendidas y enviadas contra el enemigo o, quizá, contra el más querido, equilibran la mente en momentos de incomprensión.
viernes, 30 de noviembre de 2012
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